
Con mucho dolor – y sorpresa-fuimos testigos de una de las catástrofes más grandes que como país hemos vivido. Y con mayor dolor, supimos y vimos que el lugar más afectado es nuestro querido Conce.
Nosotros, como grupo, nacimos ahí. Estudiamos ahí, trabajamos ahí, estrenamos ahí. Desde Conce surgimos. Como personas, muchos nacimos y crecimos ahí, algunos llegaron después, pero a todos nos une la experiencia de haber pertenecido a esa ciudad, de haber sido parte de ella, y de ser, en gran medida, mucho de lo que hoy somos gracias a ella.
Nuestras primeras conversaciones sobre la necesidad y el deseo de existir, como compañía y como hombres y mujeres de teatro, las vivimos allá. En salas húmedas, en parques de verdes maravillosos, en escuelas de teatro que ya ni existen, en cafés donde buscamos algo para calentar el cuerpo y espantar ese frío, único.
En Conce ensayamos, trabajamos, estrenamos, celebramos y muchas veces nos deprimimos, porque el teatro es como la vida, algunas veces cruel.
Sin ir más lejos, hace exactamente dos meses, estuvimos allá estrenando un nuevo trabajo, con el cual íbamos a regresar durante marzo. Y paseamos por los lugares hermosos que tiene esa ciudad, como la Universidad de Concepción, el Parque Ecuador, la laguna en San Pedro, y caminamos tardes enteras bajo un cielo perfecto y hasta cruzamos el Bío Bío en el puente más largo de Chile. Y hoy vemos, a través de la distancia, que muchos de esos lugares están seriamente dañados o que de frentón ya no existen, y vemos aún perplejos cómo esa ciudad intenta levantarse, con lentitud, con silencio, con voluntad, con coraje.
¡Viva Conce!
¡Viva Chile!
¡¡¡Y mierda, mierda, mierda!!!
Constanza.